viernes, 2 de enero de 2015

IDIOSINCRASIA IBÉRICA

                LA CULTURA  IMPERDIBLE


Autor: Abelardo López Pérez (Enero del 2015) 

Existe un planteamiento metodológico  que nos permitirá adentrarnos en las claves de codificación de la iconografía ibérica. La investigación iconográfica que nos permita rebasar el tiempo y el espacio con una evidente comprensión consiste en demostrar que la mediación de la palabra antigua se haya inmersa en la propia naturaleza de las cosas.

      La palabra resultante de dicha investigación es la que debe contrastarse con el entorno sociopolítico en el que se gesta la iconografía del momento y debe de guardar un contexto iconográfico, social, con las fuentes literarias clásicas y arqueológicas. Sólo así evitaremos el trazo esperpéntico de un conocimiento prefigurado del mundo ibérico con la visión generalizada de héroes y monstruos, espacios cósmicos y metafóricos, una formula heredada del repertorio lingüístico extraído del mundo clásico griego, mítico, y por tanto disfrazado. Como resultado tenemos más de 100 años de estudios  de  interpretación iconográfica ibérica, esperpénticas barbaridades producidas como consecuencia de un ideario clasicista que desde el siglo XIX  ha causado un cúmulo de incidencias perjudiciales en la historiografía occidental.

      Descodificar la iconografía ibérica implica también el desvelar el imaginario colectivo presente en todo el Mediterráneo, central y oriental, ya que el disfraz de la historia –lo mítico- se cierne sobre todos los estudios iconográficos del momento.

      Los símbolos  iconográficos  no son lo único que nuestra cultura ibérica comparte con el mundo Mediterráneo y Oriental, también son los objetos, reflejo directo de su consiguiente estatus de posesión. Estos objetos, aunque puedan ser diferentes, comparten idéntica funcionalidad: hebillas de cinturón, fíbulas, anillos,  y un largo etc., que además de su uso funcional constituyen el soporte ideal para plasmar las ideas conceptuales del símbolo mucho antes de que apareciera otro soporte común muy importante entre la sociedad como es la moneda.

      Detengámonos en un objeto común de los mencionados, que más que ser un elemento de función práctica es por sí mismo simbólico, el anillo. Un simple aro metálico, bien de hierro, bronce, plata u oro, presente en todas las grandes culturas de la antigüedad. ¿Qué palabra puede subyacer en la simplicidad de un círculo? Geométricamente es la única forma que no tiene divisiones, de ahí su carácter unitario y su universal concepto de alianza. ¿Será ésta la palabra implícita en dicha simbología? Todo parece indicar que sí. La acción de aliarse o aliar se haya presente en uno de los mayores logros civilizadores de la humanidad. Un hecho demasiado importante y universal para no ser plasmado con un símbolo. Dicha alianza refleja la acción de unirse o coligarse los estados, grupos o personas unos con otros.

      La palabra “aliar” deriva del latín alligare (atar) formado con el prefijo ad- (a, hacia) y el verbo ligare (ligar). De alligare surgen las palabras “alianza” y “aliado”.

      Remitiendo a los textos antiguos, la historia del mundo griego se haya repleta de alianzas entre los pueblos: La Liga Jónica de hacia el 700 a. C., la Liga de Delos en el 477 a. C., la Liga de Corinto entre el 338 y 337 a. C., son, entre muchas otras, alianzas que en algunos casos bien pudieron tener un carácter religioso.

      Según el libro del Éxodo, la alianza es el pacto que Dios estableció con el pueblo judío. Se trata de una alianza sagrada que muy bien se puede reflejar representado en relieves mesopotámicos como algo corriente en la teocracia de sus gobernantes que se consideraban dioses. En relieves  asirios del siglo IX a. C. se representan discos alados representativos del dios Ashur, en los que  en ocasiones aparece la divinidad dentro de un aro, círculo o anillo sujetando con una de sus manos otro aro circular. “Este símbolo, de más de 4000 años de antigüedad, proviene de Egipto y Mesopotamia y se asocia con el Sol y deidades vinculadas con el Sol. No obstante se desconoce el concepto concreto que representaba en las mentes de quienes lo adaptaron desde los relieves mesopotámicos y egipcios anteriores”1.


                          

                              Bajorelieve de Persépolis


       La descripción e interpretación como base para analizar un símbolo, en este caso, la del anillo, no parece ser muy complicada. Un anillo es una alianza y no necesariamente tiene que ser matrimonial, ya que a lo largo de la historia no sólo se incluye en lo social, también puede referirse a lo religioso, político o militar. Este amplio concepto de alianzas es algo que muy bien se puede ver reflejado en la iconografía ibérica a lo largo de toda su formación cultural. La respuesta puede estar en la gran variedad iconográfica de sus anillos con chatón o sello adicional, ya que la narración se puede complementar con la palabra “alianza”. De esta manera, no sólo, formaríamos una frase coherente, sino que se demostraría, una vez más, que el código ibérico que defiendo, es plausible.

Atendiendo al método iconográfico que aplica una simbiosis entre el símbolo y el soporte, no descarto la gran posibilidad de que dicha alianza guarde un contexto narrativo con lo representado en el chatón. De hecho, si el toro es el consagrante en la lectura iconográfica de la moneda de Cástulo donde se consagra a la ciudad, en el anillo que se halle representado  bien puede consagrar una alianza. Si lo que muestra el chatón es un caballo alado, composición mítica conocida como Pegaso, entonces al igual que una alianza con alas hace referencia a una alianza divina, en el caso del  caballo hay que añadir el significado intrínseco de ese animal. Ya que lo identificado hasta ahora como seres de carácter mítico, pueden ser el resultado de una composición simbólica heterogénea que comparte lo real con lo ideal para establecer conceptos. El símbolo que comparte rasgos heterogéneos, compuesto de partes de diversa naturaleza, es porque reúne la expresión de dos o más significados.

El caballo es el símbolo de la prosperidad, y es innegable que las alas adjudican un carácter divino de la imagen representada, formulando una conjugación narrativa con el anillo que no tiene desperdicio: la alianza de la divina prosperidad.

Es necesario mencionar que un símbolo, además de su intrínseco significado puede ser elegido para representar a una ciudad. En el caso del Pegaso o caballo alado, por su abundante representación numismática resulta evidente que se identifica con la ciudad de Ampurias.

Un chatón de bronce hallado en la necrópolis ibérica de Los Majanos  (Exposición Arqueológica de Abengibre, Albacete) muestra  la procesión ritual de tres danzantes, la celebración de la danza debe de estar motivada por algo, y muy bien puede ser una alianza manifestada conjuntamente con el anillo.

                                    

                                   Anillo ibérico de Abengibre

 ¿Pero qué ocurre si la implicamos en más interpretaciones? Por ejemplo, en alianzas  que nos introducen en fechas posteriores al  siglo I d. C. Quizás comprobaríamos que se ha llegado al milenario contenido interno de la forma artística rebasando el tiempo y el espacio con una evidente compresión.

  Como creo que merece la pena comprobarlo, comenzaremos describiendo un anillo considerado de entre los siglos I y V d. C., procedente de Los Villares de Balazote (Albacete)(Abascal Palazón y Sanz Gamo, 1993. Fig. 1: 43, p.40), cuya decoración geométrica se compone de un simple zigzag inciso en el fino chatón, seguido de finas líneas transversales en el aro.





                                      

                                          Anillo de época romana de Balazote


El zigzag símbolo de “dependencia” en el contexto narrativo ibérico que defiendo, complementaria  una más que elocuente frase: alianza de dependencia.

La dependencia en su más amplio significado es estar subordinada una cosa a otra, de la que forma parte. Estar una persona bajo el dominio o autoridad de otra, necesitar del auxilio o protección de ésta.

Indudablemente, el anillo como objeto personal, contiene un contexto social referente al individuo, una persona que se halla bajo el dominio o autoridad de otra. ¿Reflejaría éste anillo una antigua ley institucional matrimonial romana  o simplemente la custodia de un individuo? El matrimonio en la antigua Roma era una de las instituciones principales de la sociedad. Entre los regalos que el novio ofrecía  a la novia se hallaba un anillo que originalmente era de hierro. La manu maritales era una potestad del pater familias por la cual la mujer casada entraba  a formar parte de la familia del marido quedando sometida al nuevo pater. Se trata de una ley que se extinguió en el siglo I  a. C. en favor del matrimonio libre, por lo que en teoría esta situación de la manu maritales estaría cronológicamente descartada en la representación del anillo de Balazote.

 Pero la custodia o dependencia también puede referirse al término jurídico romano del ejercicio de la patria potestad que consiste en el poder que ejercen los padres o ascendentes sobre sus hijos descendientes. A la falta de los padres la custodia recae sobre los abuelos. Y si son hijos extramatrimoniales  la patria potestad corresponde al que reconozca el hijo en primer lugar. En todo caso la palabra filial (relativa al hijo) estaría presente en dicha alianza.  Personalmente no tengo dudas, la ambigüedad de la palabra es una constante en la naturaleza de las cosas, y entre los sinónimos de la palabra filial se halla el término “dependencia”.

 De todos modos, no hay que olvidar que el contexto político también puede estar presente, de hecho la situación de Hispania por estas fechas es de  un total dominio de Roma. El contexto cronológico y espacial  se pone de acuerdo, ya que este anillo fue hallado en una villa romana con importantes muestras de lujo y poder adquisitivo reflejado con la presencia de mosaicos y mármoles.

El espacio y el tiempo pueden estar unidos por la expresión de un símbolo que ha perdurado hasta nuestros días con un valor conceptual común, acatado materialmente a un objeto, la alianza. La expresión geométrica de un círculo, al que se le puede añadir otros valores conceptuales de común entendimiento en la antigüedad.

Si a una alianza se le añade alas, dicha alianza estaría implícita en la divinidad. Si le añadimos un toro, dicha alianza es consagrada. Y por igual cualquier lectura figurada que se muestre engarzada al anillo, puede adquirir la simbiosis de un valor narrativo añadido, por supuesto, no siempre fácil de interpretar.  En los anillos  del mundo antiguo es corriente hallar representado tanto escenas rituales, como míticas, religiosas, políticas, sociales o guerreras, pues es necesario tener en cuenta que todas ellas no sólo se engarzan materialmente sobre una alianza, también se sostienen simbólicamente sobre ella.

Nuestra cultura ibérica reclama lo que por derecho propio le pertenece, el intelecto de un bien común,  ya que las alianzas no solo se manifiestan en los hechos dictados por los textos clásicos grecolatinos: matrimonios, tratados etc., además existe otro objeto característico de nuestra segunda Edad del Hierro con una amplia cronología, de aproximadamente  seis siglos, en las que el aro o anillo es su característica más distinguida y del cual recibe su nombre “fíbula anular”. Y aunque su origen es dudoso, Centroeuropeo o el Mediterráneo Oriental, en la Península es tan abundante que recibe el nombre de “fíbula anular hispánica”.

Indudablemente el simbólico anillo está presente, se muestra insertado o agregado en un arco o puente. Dicho puente es el que además de contener pie para la carcasa y cabeza para el resorte de la aguja, es el que en ocasiones muestra una simbología muy reveladora.

Comenzaremos por señalar dos ejemplares excepcionales hallados en lugares muy distantes entre sí, uno en La Mercadera (Soria) y otro en la Bastida de Mogente (Valencia). Los dos casos muestran el llamado “nudo de Hércules” en el puente. Se trata de un lazo sencillo entre dos cuerdas. La función del nudo es la de sujetar un objeto. Ciertamente aquí se produce una simbiosis entre el símbolo y el soporte, puesto que el nudo cumple la misma función que la fíbula. Esto no sólo evidencia la retrospectiva visión simbiótica entre el símbolo y el soporte de la cultura que lo manifiesta, también puede demostrar que existe la simbiosis de una alianza y el lazo. Recordemos el origen etimológico de la palabra alianza. La palabra “aliar” deriva del latín alligare (atar) formado con el prefijo ad- (a, hacia) y el verbo ligare (ligar). De alligare surgen las palabras “alianza” y “aliado”.

                                         

                               Fíbula anular con el nudo de Hércules en el puente.


Existe otro motivo iconográfico situado en el puente de la fíbula anular hispánica que se pone de acuerdo con lo analizado. En multitud de casos suele mostrar unos montantes foliáceos, es decir una decoración en forma de hoja, una apunta hacia el pie y la otra hacia la cabeza, por los dos lugares que el puente sujeta el anillo.                      

Ciertamente,  la iconografía de la pintura vascular ibérica muestra hasta la saciedad un motivo foliáceo, que no sólo, predomina por su abundante representación, también por su disposición iconográfica narrativa junto a motivos figurativos de personas y animales. Se trata de la descrita y reconocida por la arqueología  como “hoja de hiedra”.

                                   

           Disposición de hojas de hiedra en la fíbula y en la pintura vascular ibérica.


Aplicando la cualidad trascendental de los elementos, como método para analizar el símbolo, basándome en un hecho natural de la hoja de hiedra extraigo la palabra “unión”, por el hecho de que esta planta se une a cualquier cuerpo extraño con sus raíces adventicias.

No es una subjetiva interpretación, ya que la unión guarda contesto iconográfico en numerosas representaciones, incluso en el arte milenario egipcio. En el erótico Papiro de Turín de entre los siglos XIII- XII a. C. la mujer que es tomada sexualmente por el varón, se agarra con su mano izquierda a un tallo de hojas de hiedra. Sobran las palabras ante ésta sugerente unión.

La hoja de hiedra se representa en el arte griego en escenas amorosas de la Crátera de Derveni del siglo IV a. C. (Museo Nacional de Tesalónica, Grecia). Sendas figuras desnudas de hombre y mujer representadas en bulto redondo, se hallan sentados en los hombros del envase. Las parejas distantes entre sí, están entrelazadas por la hoja de hiedra.

En el arte ibérico del Levante, la hoja de hiedra está representada  en contexto social, junto a danzantes cogidos de las manos; en contexto bélico, se muestra entre guerreros en actitud de lucha; y en contexto religioso, acompañando a la divinidad. Para más revelación iconográfica y etnográfica se muestra pintado en cerámica celtibérica junto a la cópula de dos canidos.


                                         

Disposición de hoja de hiedra en pintura vascular ibérica de Liria (Valencia) y celtibérica de Numancia (Soria).


Volviendo a nuestra fíbula anular, diré que la disposición de la hoja de hiedra en el puente, se representa diametralmente opuesta, apuntando  hacia el anillo. Aquí, en este objeto tan abundante y funcional de nuestra cultura, que hasta la propia escultura de la Dama de Elche (S. V-IV a. C.) lo luce en su ropa interna (camiseta), se puede manifestar la idiosincrasia ibérica, la forma de pensar, sentir o actuar de nuestro pasado. Todo ello, implícito en un documento de primera mano, con una frase tan bella y llena de sentido, repetida hasta la saciedad con una clara intención civilizadora: la alianza de uniones opuestas.

De esta manera, la visión retrospectiva de la imagen ibérica demuestra contener un medio de expresión cultural basada fundamentalmente en el símbolo. El objeto en sí es un medio de expresión. La gran variedad de formas, no solo condiciona una función práctica, permite a su portador expresar el ideario social, político o religioso del momento.

Esta gran variedad de formas obliga al investigador dar un primer paso descriptivo del objeto, estableciendo un orden morfológico y tipológico para clasificar y facilitar su estudio. Las fíbulas del tipo de La Téne, nombre dado a causa de un gran yacimiento de armas céltico hallado en la orilla norte del lago Neuenburg (Suiza), muestran una gran variedad formas y modelos ornamentales  alcanzando en algunos casos verdaderas obras de arte con temas figurativos de personas y animales fácilmente identificables. Pero la decoración más típica y abundante está basada en un balaustre ubicado en el pie vuelto que se prolonga sobre el puente. A dicho balaustre se le describe según su forma: elipsoidal, cilíndrica, bola, tonelete, vicónica o en forma de bellota o pera (piriforme), entre otras. Se trataría de algo difícilmente identificable, si no fuese porque en los modelos más elaborados, este balaustre está acompañado por hilos o cordones que lo circundan, incluso se prolongan de los extremos. Estos balaustres piriformes se incluye también en otro objeto personal que ornamenta tanto a mujeres como a hombres, se trata del torques o collar rígido de cuello. Según los autores E. Delibes de Castro y A. Esparza Arroyo (1989), analizando  la orfebrería celtibérica, mencionan: “El predominio de los sogueados (70% del total) es aplastante, lo que debe tomarse como rasgo de afinidad con la orfebrería ibérica donde apenas se dan otros modelos que los llamados “de cable” o “funiculares”. Han sido confeccionados trenzando gruesos juncos y delgados filamentos retorcidos, hasta conseguir una vistosa soga de gran efecto plástico”.


                         

            Torques y fíbula del tesoro de Arrabalde 1 (Arrabalde, Zamora).

                                              

              Fusayola ibérica piriforme (Exposición Arqueológica de Abengibre, Albacete)

Estamos hablando de filamentos retorcidos que muestran extremos en forma de bellota o pera. Sin lugar a dudas estamos hablando de algo que facilita el retorcido de la fibra, de otro objeto muy común entre las sociedades de la antigüedad, el huso o fusayola. Dos piezas inéditas de balaustres halladas en la Manchuela de Albacete no dejan lugar a dudas sobre lo representado, ya que su forma se configura con los husos más comunes,  vicónico y  elipsoidal, pendientes del hilo en torsión.

                       

                  Piezas inéditas de La Manchuela de Albacete (Colección particular).

                                         

                                              

          Fusayolas ibéricas (Exposición Arqueológica de Abengibre, Albacete).

Aquí tenemos reconocido otro objeto de función práctica que se convierte en simbólico. Un pequeño peso, generalmente cerámico, usado por la mujer para facilitar el retorcido de la fibra textil. Su forma práctica puede variar, al igual que en los otros objetos mencionados. En el caso de las fíbulas sus modelos evolucionan hasta tal punto que se desfigura el balaustre hasta que se alarga y suelda con el puente. 

En la cultura ibérica, el huso o fusayola, pese a ser una herramienta de trabajo propio de la mujer, se haya depositado como ajuar funerario tanto en tumbas femeninas como masculinas, por lo que se delata como objeto simbólico, y el hecho de que se halle representado en las fíbulas lo corrobora.

Para averiguar de qué palabra trata, hay que tener en cuenta el método aplicado en el código iconográfico que defiendo. La ambigüedad de la palabra es un hecho presente en la Antigüedad. Sea como fuese la fonética lingüística en la diversidad de lenguas humanas, la facultad privativa del hombre para la expresión de pensamientos y efectos es una contante inmersa en la naturaleza de las cosas.

La palabra “huso” fonéticamente es ambigua, y su depósito funerario acompañando a otros objetos personales, cerámicas, armas etc. bien puede manifestar el propósito de indicar un uso  en el más allá.

¿El por qué se representa en las fíbulas? El contexto simbólico hay que tenerlo siempre presente. Aquí pueden intervenir el propio “uso imperdible” como expresión analógica del símbolo. Lo cierto es que existe una función práctica entre ambos, la simbiosis que une a estos dos elementos es textil, una elabora el tejido y la otra lo sujeta.

En el lenguaje iconográfico ibérico puede intervenir la cualidad trascendental de los elementos representados, una dialéctica común expresada en diversos soportes que además de manifestar una simbiosis narrativa, contempla la ambigüedad analógica del símbolo como un concepto preconcebido en la Antigüedad.

Toda una resolución comprendida con la virtud polifacética implícita en la naturaleza lingüística de un código visualizado a través de nuestra propia Cultura Ibérica, capaz de afirmar una verdad demostrable con una correspondencia adecuada a nuestra realidad semántica.



                                        Bibliografía


Abascal Palazón, J. M. y Sanz Gamo, R. (1993): Bronces Antiguos del Museo de Albacete. Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete.

Delibes de Castro, G y Esparza Arroyo, A. (1989): “Los tesoros prerromanos de la Meseta norte y la orfebrería celtibera”. El oro en la España prerromana, número extraordinario de  Revista de Arqueología, Madrid. 108-129.

López Pérez, A. (2005): El ojo del ibero: un código iconográfico. Albacete.

López Pérez, A. (2007): “La clave del código que configura el lenguaje iconográfico ibérico”. Actas del congreso de arte ibérico en la España Mediterránea. (Eds.: Abad Casal, L. y Soler Ríaz. J. L.), Alicante, 24-27 de Octubre de 2005. Pp. 229-238.

López Pérez, A. (2011): “Iberos, lenguaje iconográfico”. Revista de Arqueología nº 367, Madrid. 14-27.



Notas

(1) (“De dioses y discos solares alados”. http://reydekish.com)


Estos estudios iconográficos ibéricos continúan  con importantes revelaciones simbólicas en: La descendencia filial ibérica
(www.descendenciafilial.blogspot.com.es)





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